SOLO CRISTO ES EL CAMINO
Cristal y lágrimas
Cristal y lágrimasNo sé si ha sido la semana, la época del mes o los días nublados, pero estos días he andado especialmente llorona. Con más o menos razón, pero he llorado. Y he llorado harto. Cuando ya me sentía casi ridícula por hacerlo tanto, a través de un libro llegó a mí un alentador mensaje.
Una vez escuché que nuestras lágrimas eran el lenguaje del amor con el cual lográbamos comunicarnos con Dios, esto me alentó lo suficiente como para entender que es Él quien enjuaga mi rostro y seca mis lagrimones. Entendí que a través de este “lenguaje” me conectaba en lo más profundo con quien me había regalado la posibilidad de expresar mis penas, mis alegrías, mis triunfos y mis derrotas. Era mi forma de conversar con Cristo y mostrarle cómo me sentía.
A esta idea ahora se suma aquella que comentaba descubrí en un libro: las lágrimas son el cristal de la esperanza. Si eres llorón o llorona como yo, te darás cuenta que luego del llanto viene una sensación liberadora incomparable. Es como si a través de cada lágrima que cayó se fue un poco de la pena o angustia que la produjo ¡Es una sensación liberadora! Y además de ser una experiencia liberadora, también es esperanzadora. Siempre que terminamos de llorar, el problema o lo que causó ese llanto es muy probable que continúe allí, lo distinto es la mirada que le damos. Es muy probable que el mismo hecho de externalizarlo a través de este llanto haga que sienta que “ya no está tan dentro” sino que está empezando a “asomarse”, como la punta de un iceberg en medio del océano.
Por otra parte, las lágrimas también traen la esperanza, la esperanza de que ese llanto liberador pueda traer algo mejor cuando nos sequemos el rostro, la esperanza de que será la última vez que lloraremos por eso, la esperanza de que no se puede llorar toda la vida. En parte, las lágrimas también son un camino hacia la felicidad, todo depende del cristal con que las miremos y el valor que le demos.
Perder la esperanza es una de las tantas razones por las cuales la gente tiene cuadros depresivos, por ejemplo, pierde la esperanza en la “vida”, en que en algún momento será mejor, en las personas, en que alguna vez cambiarán, en la justicia y en tantas otras cosas más que pareciesen ser de una manera, pero resultan ser de otra. Es el “duelo del mundo justo”, darse cuenta que no necesariamente las cosas son como las esperamos o deseamos, pero entender que en medio de ese duelo hay un cristal, el cristal de la esperanza que nos regala Jesús. Él dice que nos da un futuro y una esperanza, lo dice en Su Palabra y nos lo recuerda todos los días, a cada instante de nuestros días. Cristo es nuestra esperanza en el día malo, en el día triste y en el día agotador. Él es nuestro cristal, nuestro cristal de la esperanza.
Cristal y lágrimas
Cristal y lágrimasNo sé si ha sido la semana, la época del mes o los días nublados, pero estos días he andado especialmente llorona. Con más o menos razón, pero he llorado. Y he llorado harto. Cuando ya me sentía casi ridícula por hacerlo tanto, a través de un libro llegó a mí un alentador mensaje.
Una vez escuché que nuestras lágrimas eran el lenguaje del amor con el cual lográbamos comunicarnos con Dios, esto me alentó lo suficiente como para entender que es Él quien enjuaga mi rostro y seca mis lagrimones. Entendí que a través de este “lenguaje” me conectaba en lo más profundo con quien me había regalado la posibilidad de expresar mis penas, mis alegrías, mis triunfos y mis derrotas. Era mi forma de conversar con Cristo y mostrarle cómo me sentía.
A esta idea ahora se suma aquella que comentaba descubrí en un libro: las lágrimas son el cristal de la esperanza. Si eres llorón o llorona como yo, te darás cuenta que luego del llanto viene una sensación liberadora incomparable. Es como si a través de cada lágrima que cayó se fue un poco de la pena o angustia que la produjo ¡Es una sensación liberadora! Y además de ser una experiencia liberadora, también es esperanzadora. Siempre que terminamos de llorar, el problema o lo que causó ese llanto es muy probable que continúe allí, lo distinto es la mirada que le damos. Es muy probable que el mismo hecho de externalizarlo a través de este llanto haga que sienta que “ya no está tan dentro” sino que está empezando a “asomarse”, como la punta de un iceberg en medio del océano.
Por otra parte, las lágrimas también traen la esperanza, la esperanza de que ese llanto liberador pueda traer algo mejor cuando nos sequemos el rostro, la esperanza de que será la última vez que lloraremos por eso, la esperanza de que no se puede llorar toda la vida. En parte, las lágrimas también son un camino hacia la felicidad, todo depende del cristal con que las miremos y el valor que le demos.
Perder la esperanza es una de las tantas razones por las cuales la gente tiene cuadros depresivos, por ejemplo, pierde la esperanza en la “vida”, en que en algún momento será mejor, en las personas, en que alguna vez cambiarán, en la justicia y en tantas otras cosas más que pareciesen ser de una manera, pero resultan ser de otra. Es el “duelo del mundo justo”, darse cuenta que no necesariamente las cosas son como las esperamos o deseamos, pero entender que en medio de ese duelo hay un cristal, el cristal de la esperanza que nos regala Jesús. Él dice que nos da un futuro y una esperanza, lo dice en Su Palabra y nos lo recuerda todos los días, a cada instante de nuestros días. Cristo es nuestra esperanza en el día malo, en el día triste y en el día agotador. Él es nuestro cristal, nuestro cristal de la esperanza.
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