sábado, 23 de abril de 2011

Benny Hinn y el vaticano.

SOLO CRISTO ES EL CAMINO

El mismo Benny Hinn, uno de los preferidos de la red de televisión cristiana T.B.N (Trinity Broadcasting Network), declaró sin complejos, lo siguiente: "Mi educación, por supuesto, fue católica, yendo a una escuela católica en Jaffa, Israel. Por ello mi forma de pensar es básicamente católica. Cuando me convertí, seguía siendo católico. Yo he sido muy católico en mis ideas y en mi conducta" (11) No existe una organización sobre la faz de la tierra que sea más demoníaca que el catolicismo. Está repleta de enseñanzas paganas y doctrinas de demonios (12), y ahí tenemos a uno de los principales valedores de la carismatía evangélica internacional, enorgulleciéndose de su fe católica, siendo seguido y admirado por miles y miles de cristianos evangélicos; ¿cómo es esto posible; dónde está el discernimiento que debiéramos tener?








En una cruzada en la ciudad de Roma a finales de 1996, Benny Hinn habló tantas maravillas acerca del papa y de la iglesia católica romana, que llegó a exasperar a los representantes de las iglesias pentecostales que le habían invitado, los cuales no quisieron invitarle de nuevo a Italia. Incluso el intérprete, rehusó a seguirle traduciendo, y el grupo musical que debía intervenir, decidió no tocar. Cabe decir que las Asambleas de Dios de Italia previamente habían decidido no estar involucradas en la campaña de Hinn (14) En 1997, en la Conferencia Nacional de las Asambleas de Dios en Adelaida (Australia), Benny Hinn de nuevo elogió al papa de Roma, y comentó allí acerca de su encuentro con el cardenal Sin de las Filipinas y del acuerdo entre ambos, en el sentido de que el cardenal promocionaría a Benny Hinn, y de que él, por contra partida, animaría a los católico romanos a volver a la iglesia de Roma, y a permanecer en su fe católica (15). ¿Qué tipo de ministro del Evangelio es Benny Hinn? En un famoso programa televisivo de los Estados Unidos, el prestigioso evangelista afirmó sin reservas que la gente que va a Lourdes o a Fátima es sanada por Dios. Dijo así Hinn: "Mira, Dios nos ha dado, Larry, muchas fuentes de sanidad. Mira Lourdes. La gente es sanada yendo a Lourdes y a Fátima" (16). ¿Hubiera dicho eso un verdadero creyente? Sin lugar a dudas, ¡no!







Defendiendo a ultranza la misa católica







Por todos los verdaderos cristianos es sabido que la misa que se celebra en las iglesias católicas es un acto blasfemo. Nada motivó más a los Reformadores a resistir al papa de Roma y a las doctrinas del catolicismo que todo lo concerniente a la misa. La misa consiste en la constante muerte de Jesucristo, una y otra vez. Es una práctica fetichista que implica al creyente en ese sistema, volverse un caníbal de su dios. Ningún verdadero hijo de Dios debería participar de un acto así tan tremendamente ofensivo para el Padre; por el contrario, debería alejarse de esa aberración si le fuera propuesta. De nuevo, Benny Hinn, el famoso tele-evangelista internacional que llena mucho del espacio de emisión en T.B.N.-Enlace, recientemente compartió una experiencia que debería levantar bandera roja en las vidas de todos los cristianos que tienen una mente para pensar, y una fe que creer y profesar. Describiendo una misa y la correspondiente comunión católica en la ciudad de Amarillo, E.U.A. en la cual él mismo tomó parte (¡¿), cuenta que de repente se sintió entumecido, entonces percibió que alguien se ponía ante él. La sensación vino a ser tan real, dijo, que alargó su mano y tocó un manto que tenía un tacto de seda, una suavidad especial...La siguiente cosa, dijo, que sintió <> (17)







Realmente, Hinn nos deja a nosotros entumecidos, perplejos, y sin palabras. ¿Cómo profesando ser cristiano de la Biblia puede hablar así? Su misma declaración le coloca donde verdaderamente está, junto al Vaticano. El es un convencido católico romano que se atreve a "enseñar" y "ministrar" a los cristianos evangélicos, la inmensa mayoría de ellos, ignorantes de la realidad de Hinn, y muy ingenuos.







¿Quién es realmente Benny Hinn?







Personalmente, no creo que Hinn sea desconocedor acerca de lo que dice. Sencillamente, él es lo que dice ser, un católico romano comprometido; un místico católico, más que probable, un agente del Vaticano reclutado en Haifa. Eso nos muestra que el supuesto poder que él usa para sanar, es el mismo que actúa en los santuarios sagrados del catolicismo, tal y como él mismo asegura. Hace poco recibí un e-mail de un precioso hermano en la fe que hace poco salió de la mismísima M.C.I (Misión Carismática Internacional) de César Castellanos. El hermano, que por razones de seguridad no daré su nombre (fue maldecido por abandonar), me escribió lo siguiente hablando de Benny Hinn: "Cuando estuvo aquí en Colombia, hace tres o cuatro años, invitado por César Castellanos, contó que había visitado al Papa y que definitivamente era un hombre de Dios. ¿Cómo puede ser posible esto? También profetizó cosas grandiosas sobre la MCI y alabó a sus pastores. Las profecías no las he visto cumplidas y pienso qué clase de hombre de Dios pudo haber sido cegado por Castellanos". Abundando en ese testimonio, la realidad es que Hinn impuso manos sobre Castellanos, que lo aceptó encantado, transfiriéndole la "unción" de Juan Pablo II, y esto lo declaró ante todos los miles de asistentes al acto.



Al que no acepta la Biblia como Palabra de Dios no le queda más opción que el silencio

SOLO CRISTO ES EL CAMINO

Todo hombre asume, consciente o inconscientemente, que la verdad existe. Cada vez que emitimos una opinión como cierta o corregimos a una persona y tratamos de hacerle ver que está en un error, estamos asumiendo que la verdad existe.




La verdad no es otra cosa que pensar o expresar lo que corresponde con la realidad. Si yo afirmara que en este momento estoy corrigiendo un artículo para postearlo en mi blog, estaría diciendo la verdad, porque esa declaración corresponde con la realidad.



Pero si digo, en cambio, que me estoy bañando en la playa, estaría evidentemente equivocado. Así que podemos decir con toda confianza que la verdad existe y que es absoluta, porque la realidad es una sola. O estoy escribiendo para el blog o me estoy bañando en la playa; ambas cosas no pueden ser verdaderas al mismo tiempo.



Ahora bien, la perspectiva que alguien tenga del mundo y de nuestro lugar en él será muy diferente si ese alguien parte de la premisa de que fuimos creados por Dios o de si el universo es el producto de fuerzas ciegas e impersonales.



Si la realidad es que ningún Ser inteligente nos trajo a la existencia, sino que estamos aquí por una causa completamente accidental, entonces no tenemos ninguna verdad que buscar, porque en un mundo así no podemos estar seguros de nada. Nos faltarían piezas claves para poder interpretarlo.



Pero tendríamos el mismo problema si partimos de la premisa de que Dios existe, pero que no se ha revelado al hombre. Nosotros no sabríamos cómo es ese Dios, ni cuál fue su propósito al crear todas las cosas, ni cómo Él espera que nosotros vivamos en este mundo. En fin, otra vez nos quedamos sin las claves de la interpretación correcta de la realidad.



Por ejemplo, si ese Dios es indiferente al pecado y no le importa en absoluto la manera como vivimos, “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Pero si ese Dios es santo y justo, y algún día juzgará a todos los hombres, el panorama de la vida cambia por completo.



Todos nosotros miramos la realidad a través de un lente; si ese lente está desenfocado no podremos ver bien, no percibiremos la realidad como la realidad es.



El problema de aquellos que niegan que Dios se haya revelado en un libro como la Biblia, es que tienen que aceptar el hecho de que carecen de muchas piezas claves para interpretar correctamente la realidad y, por lo tanto, lo mejor que pueden hacer es no opinar acerca de nada.



Permítanme explicarlo desde otra perspectiva. Si una persona insiste en que Dios no existe o en que El existe pero no se ha revelado, entonces tiene que constituirse a sí mismo juez de la verdad. El hombre que no descansa en Dios para determinar lo que es verdadero tiene que descansar en su propia mente para determinar tal cosa. El no tiene otra opción.



Ahora bien, aún dentro de esta opción este hombre tiene todavía dos opciones: O suponer que la verdad está dentro de su mente (en otras palabras, que la verdad es lo que él decide que es verdad), o suponer que la verdad está fuera de su mente, pero que él es el juez que decide lo que acepta como verdad.



En otras palabras, o nos consideramos a nosotros mismos la fuente de la verdad o los jueces de la verdad.



En cuanto a lo primero, eso es difícil de sostener porque es obvio que la verdad no es lo que yo decido que es verdad. El que un hombre piense que hoy es domingo no hace que este día sea domingo. Y si alguien se afana por convencerse de tal cosa lo único que logrará es engañarse a sí mismo. Así que el hombre no es la fuente de la verdad. La realidad está allá fuera y yo tengo que descubrirla.



Por ejemplo, si Dios existe, ni mil millones de ateos pensando lo contrario van a poder cambiar la realidad de que Él existe. Y si Dios es santo y justo, entonces todos nosotros nos presentaremos delante de Su tribunal algún día, aunque todos los hombres del planeta se confabulen para negarlo.



Así que sólo nos queda la opción de pensar que la verdad está fuera de nuestras mentes y que nosotros debemos descubrirla. Pero ¿quién es el juez que va a decidir qué aceptamos como verdad y qué no? Como decía hace un momento, el hombre que niega la revelación de Dios no tiene más opción que colocarse a sí mismo en esa posición.



Pero eso también plantea un gran problema. Como bien señala Richard Ramsay, todas las verdades fuera de nuestras mentes están relacionadas entre sí, y cualquier nueva verdad que se descubra podría echar por tierra lo que nosotros creíamos como verdad (Integridad Intelectual; pg. 37).



Eso lo vemos una y otra vez en la ciencia. Los hombres elaboran una hipótesis científica, hacen algunas pruebas en el laboratorio y parecen tener algo seguro. Pero luego viene alguien y les hace ver que estaban equivocados, que había algo importante que ellos no habían descubierto o no habían tomado en cuenta; y de repente toda la hipótesis se cae.



Así que para estar completamente seguros de algo tendríamos que saberlo todo. Pero todo hombre en su sano juicio sabe que no lo sabe todo. ¿Qué opción le queda, entonces? Ninguna. El hombre que decide hacerse el juez de la verdad no tiene otra opción que aceptar su propia ignorancia.



El incrédulo no tiene otra opción que el silencio. En realidad él no tiene nada que opinar. Debería aceptar que él no sabe cómo son las cosas. Yo sé que muchos incrédulos no han visto aún que esa es la implicación de su incredulidad. Pero otros sí lo han visto. Y se han atrevido a afirmar que ellos están dispuestos a pagar el precio de entender que la verdad no existe.



Uno de ellos fue el filósofo alemán Fiedrich Nietzsche. Según Nietzsche la verdad no es más que una ilusión, una ficción creada por los hombres para poder sobrevivir. Nietzsche fue un apóstol de la irracionalidad.



Pero si una persona realmente creyera eso no se dedicaría a escribir todos los libros que este hombre escribió, llenos de declaraciones categóricas que él plantea como verdaderas.



Como bien ha dicho R. C. Sproul: “El acto más consistente de los filósofos irracionales sería simplemente callarse la boca.”



Sigue diciendo Sproul: “Si no pueden decir nada con significado (ya que no hay nada significativo que decir) ¿por qué continuar balbuceando? Sin embargo, ellos insisten en hablar y escribir. En una palabra, ellos arguyen por la ‘verdad’ de su posición, pero sus argumentos no tienen base para validarlos o invalidarlos ya que han abandonado la ley de la validez” (pg. 169).



Cuando alguien clame creer que la vida es irracional y que la verdad no existe, no hay necesidad de que tratemos de refutar sus argumentos; él ya lo hizo por nosotros.



Pero, ¿saben qué? En realidad ellos no viven así, porque nadie puede vivir consistentemente con esa postura; por eso es que siguen hablando y opinando. Negar que Dios se haya revelado es negar la posibilidad de conocer toda verdad.



Pero no sólo eso: Nadie puede negar que la verdad sea imposible de conocer, porque negar algo así presupone un gran conocimiento. ¿Qué dirían Uds. de una persona que se detiene frente a un pizarrón donde alguien escribió un complicadísimo problema matemático y dice de repente: “Ese problema no tiene solución”?



Que tiene que ser una persona con mucho conocimiento de matemática. Pues el incrédulo se detiene frente al pizarrón de la vida y frescamente dice: “Eso no tiene solución, la verdad no puede ser conocida.” ¡Es que al afirmar una cosa así estás presuponiendo que tienes un conocimiento enorme, similar al de Dios mismo!



¿Cuál es el problema, entonces? Deshonestidad. El problema es que no estás manejando las evidencias con honestidad y eso te está llevando al terreno del absurdo. Ni tu ni nadie puede constituirse en el juez de la verdad. Necesitamos una revelación divina para poder conocerla.



Como bien señala Ramsay, descansar en la revelación que Dios nos ha dado “es la única manera de estar seguro de algo” (Ibíd.; pg. 39).



En Juan 17:17 el Señor Jesucristo pide al Padre en oración que los discípulos sean santificados en la verdad, y entonces añade: “Tu Palabra es verdad”. Cristo aceptó las Escrituras como la verdad revelada de Dios; y sin esa revelación el hombre está completamente perdido.



Apreciaría que enriquecieran este post con sus comentarios.



EFESIOS

SOLO CRISTO ES EL CAMINO

Efesios 2


De Muerte a Vida por Cristo

1 Y El les dio vida a ustedes, que estaban[a] muertos en (a causa de) sus delitos y pecados, 2 en los cuales anduvieron en otro tiempo según la corriente (la época) de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. 3 Entre ellos también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo[b] los deseos de la carne y de la mente (de los pensamientos), y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del[c] gran amor con que nos amó, 5 aun cuando estábamos muertos en (a causa de) nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados), 6 y con El nos resucitó y con El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, 7 a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.



8 Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; 9 no por[d] obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.



En Cristo hay Paz y Unidad

11 Por tanto, recuerden que en otro tiempo, ustedes los Gentiles en la carne, que son llamados “Incircuncisión” por la tal llamada “Circuncisión,” hecha en la carne por manos humanas, 12 recuerden que en ese tiempo ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía (comunidad) de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por[e] la sangre de Cristo.

14 Porque El mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15 poniendo fin a la enemistad en Su carne, la Ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en El mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, 16 y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad. 17 Y VINO Y ANUNCIO PAZ A USTEDES QUE ESTABAN LEJOS, Y PAZ A LOS QUE ESTABAN CERCA. 18 Porque por medio de Cristo los unos y los otros[f] tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu.



19 Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia[g] de Dios. 20 Están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, 21 en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor. 22 En Cristo también ustedes son juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.

Beneficios de la Redención


3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. 4 Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos[b] santos y sin mancha delante de El. En amor 5 nos predestinó[c] para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de Su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.

7 En El[d] tenemos redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de Su gracia 8 que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento[e] 9 nos dio a conocer el misterio de Su voluntad, según la buena intención que se propuso en Cristo, 10 con miras a una buena administración en el[f] cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra[g].



11 También en El hemos obtenido herencia[h], habiendo sido predestinados según el propósito de Aquél que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad, 12 a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo (el Mesías), seamos para alabanza de Su gloria.



13 En El[i] también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en El con[j] el Espíritu Santo de la promesa, 14 que nos es dado como garantía[k] de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de Su gloria.



Pablo Ora por los Efesios

15 Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre ustedes, y de su amor[l] por todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por ustedes, mencionándolos en mis oraciones, 17 pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor (verdadero) conocimiento de El.

18 Mi oración es que los ojos de su corazón les sean[m] iluminados, para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, 19 y cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia (la energía) de la fuerza de Su poder. 20 Ese poder obró en Cristo cuando Lo resucitó de entre los muertos y Lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales, 21 muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo[n] sino también en el venidero.



22 Y todo lo sometió[o] bajo Sus pies, y a El lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquél que lo llena todo en todo.

¿Cómo puede un creyente ser lleno del Espíritu?

SOLO CRISTO ES EL CAMINO

Antes de responder esta pregunta es de suprema importancia que examinemos con más detenimiento el texto clave de Ef. 5:18 para resaltar algunos detalles que podemos pasar por alto fácilmente.




En primer lugar, noten que estas palabras fueron escritas en modo imperativo: “Sed llenos del Espíritu”. No es un consejo ni una opción, sino una orden dada a nosotros por el apóstol Pablo bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo. Es la voluntad expresa de Dios que los cristianos sean llenos del Espíritu.



En segundo lugar, y estrechamente ligado al punto anterior, es obvio que los cristianos juegan un papel responsable y activo en este asunto. Esta es una exhortación que los cristianos pueden descuidar o pueden obedecer.



En tercer lugar, quiero que noten también que el imperativo está en plural, lo que quiere decir que Pablo dirige esta orden a todos los creyentes de la Iglesia en Éfeso y no a un grupito de cristianos especiales y súper espirituales que había en la iglesia: “Sed (todos) llenos del Espíritu”.



Algunos creyentes parecen pensar que deben contentarse con una vida cristiana mediocre y dejar que ciertas personas alcancen un nivel de espiritualidad que ellos no pueden ni soñar. Pero eso no es lo que el apóstol Pablo dice aquí. A todos los hermanos de la Iglesia les da el mismo mandato: “Tienen que ser llenos del Espíritu Santo”.



En cuarto lugar, hay algo aquí que no van a notar en nuestro idioma español, y es el hecho de que en el original griego el mandato está en voz pasiva, y por lo tanto podemos traducirlo: “Déjense ser llenos del Espíritu Santo, déjense guiar, déjense controlar e influenciar”.



Y una cosa más en cuanto al original es que el mandato está en tiempo presente, lo que indica que se trata de algo habitual: “Déjense controlar continuamente por el Espíritu Santo”. Esta debe ser la experiencia diaria del cristiano porque cada día vamos a necesitar de Su control, de Su influencia, de Su dirección.



La llenura del Espíritu de la que Pablo habla aquí en Ef. 5 no es una experiencia crítica que se obtiene en un momento dado y que nos lleva a actuar en una forma extraña o a sentir cosas escalofriantes; no. Pablo está hablando aquí de una condición o estado en el que debemos vivir permanentemente. “Andad en el Espíritu, dice en Gal. 5:16, y no satisfagáis los deseos de la carne”.



Volvemos, entonces, a la pregunta que hicimos hace un momento, ¿cómo pueden los cristianos ser llenos del Espíritu Santo? Permítanme primero decir dos cosas negativas en cuanto a esto, dos cosas que debemos evitar.



Si queremos ser llenos del Espíritu, debemos evitar a toda costa contristar al Espíritu. En Ef. 4:30 dice el apóstol Pablo: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.



El Espíritu Santo es una Persona divina que habita dentro de mí. Va con nosotros a todas partes, y esto es algo que los cristianos tendemos a olvidar. Debo cuidarme de lo que veo, de lo que oigo, de lo que hago, para no contristar al Espíritu Santo que mora en mí. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1Cor. 6:19). Cristo mora en nosotros por Su Espíritu. Si queremos ser controlados por El debemos cuidarnos de no entristecerle.



Por otra parte, y estrechamente ligado con esto que hemos dicho, debemos cuidarnos para no dejarnos controlar por ninguna cosa opuesta al Espíritu. Pablo dice en Gal. 5:17 que “el deseo de la carne (refiriéndose aquí al pecado que mora en nosotros) es contra el Espíritu”.



Y en Rom. 8:7 dice que “los designios de la carne (los pensamientos, los planes y deseos de la carne) son enemistad contra Dios”. Si queremos ser llenados por el Espíritu, debemos evitar que nos controlen nuestros apetitos, nuestras pasiones, nuestros deseos que son contrarios al Espíritu.



Y lo mismo podemos decir de los patrones del mundo que se oponen a los de Dios. Ser controlados por cualquiera de estas cosas es exactamente lo opuesto a ser llenos del Espíritu.



El vino y las bebidas embriagantes no son las únicas cosas que pueden controlarnos. Son muchas las ideas, los conceptos, las filosofías que tratan de controlarnos día tras día, deseos, apetitos y pasiones contra los cuales tendremos que luchar.



Pero este es el aspecto negativo de la llenura. ¿Qué podemos decir positivamente? ¿Qué debemos hacer para ser llenos del Espíritu? Debemos llenar nuestras mentes de la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu, de modo que esta controle cada vez más nuestros pensamientos y nuestras acciones.



Noten algo interesante en Col. 3:16. Allí Pablo nos dice que la palabra de Cristo debe morar abundantemente en nosotros. Pero lo interesante de este texto es que los frutos que Pablo menciona como resultado de esa llenura de la Palabra en Col. 3 son los mismos que se mencionan en Ef. 5 como resultado de la llenura del Espíritu.



En la medida en que la Palabra de Cristo nos llena, Sus pensamientos vienen a ser los nuestros, Sus estándares nuestros estándares y Su voluntad nuestra voluntad. De ese modo el poder de Su Espíritu se manifestará más palpablemente en nuestras vidas.



Es por eso que en Col. 1:9-12 Pablo pide que estos hermanos sean llenos del conocimiento de la voluntad de Dios, para que puedan andar como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto, creciendo en el conocimiento de Dios, y “fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de Su gloria”. Pablo conecta aquí el conocimiento de la voluntad de Dios con el poder de Dios actuando en nosotros.



“Para ponerlo en palabras más simples, el Espíritu de Dios debe enseñarnos antes que pueda llenarnos. Esta es la razón por la que la enseñanza es la esencia del ministerio cristiano y por qué un cristianismo vigoroso no puede existir en la ausencia de una instrucción fiel. Por supuesto, es el Espíritu Santo quien nos llena con ‘el conocimiento de Su voluntad’, pero Él usa instrumentos humanos para hacer esto (como vemos en Ef. 4:11-16)” (E. H. Andrews; The Spirit has Come; pg. 160).



En el momento de la conversión el Espíritu de Dios viene a morar en nuestros corazones; Dios mismo viene a habitar en nosotros por Su Espíritu, y comienza a trabajar en nosotros para conformarnos cada vez más a la imagen de Cristo. Ese proceso de transformación se opera en nosotros a través de nuestro entendimiento.



En la medida en que la Palabra de Cristo permea nuestra mente y nos controla, en esa misma medida se manifiesta más ampliamente en nuestras vidas el poder del Espíritu de Dios obrando en nosotros y a través de nosotros. Y ¿cuál será el resultado? Ya lo vimos anteriormente: El Espíritu producirá en nosotros sabiduría, fe, gozo, paz, esperanza, bondad, paciencia, consuelo, conocimiento de Dios, fructificación.



Es por eso que los cristianos no necesitan de cosas artificiales como el alcohol para tener paz y alegría. Las personas del mundo buscan estas cosas para mitigar su miseria. ¿Por qué recurren a las bebidas y a los sedantes? Porque viven vidas miserable. Pero los creyentes tienen algo inmensamente más glorioso: la morada de Cristo por medio de Su Espíritu.



Dice el salmista en el Sal. 4:7: “Tu diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto”. Nuestra alegría es mayor que la de ellos, aun cuando no tengamos lo que ellos tienen, porque no depende de esas cosas, sino de la presencia de Dios en nuestras vidas.



Hay algo fundamentalmente erróneo en la vida de un cristiano que tiene que recurrir a cosas artificiales para estar alegre y gozoso (vers. 18). ¿Es tu condición? ¿Estás dejando que el Espíritu de Dios te controle por medio de Su Palabra? ¿Estás luchando diligentemente para que ninguna otra cosa te controle?



Que Dios nos ayude a vivir más conscientemente en Su presencia, cada vez más conscientes del huésped divino que mora en nosotros, y que la mente de Cristo sea cada vez más la nuestra, Sus estándares nuestros estándares, Su voluntad nuestra voluntad.



Las personas llenas del Espíritu cantan

SOLO CRISTO ES EL CAMINO

Así como la lengua del borracho se suelta para hablar lo que no conviene, así también la llenura del Espíritu Santo abre nuestros labios, pero para hablar cosas edificantes. Pablo dice en Ef. 5:18-21:




“Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, sino sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor; dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre; sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo” (LBLA).



Ahora bien, cuando Pablo dice aquí que debemos “hablar entre nosotros” con salmos, con himnos y cánticos espirituales, no está diciendo que los cristianos llenos del Espíritu hablan cantando, ni tampoco está sugiriendo que usemos las letras de los himnos en nuestras conversaciones ordinarias.



Lo que él está diciendo es que los creyentes llenos del Espíritu expresan su gozo y su alegría a través de cánticos de alabanza que son edificantes. Los creyentes deben instruirse mutuamente, exhortarse, alentarse, edificarse, a través de himnos que contengan un sólido contenido escritural y doctrinal.



En el pasaje paralelo de Col. 3:16 Pablo dice que debemos enseñarnos y exhortarnos “unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.



La alegría superficial y artificial del borracho se manifiesta hablando cosas incoherentes y muchas veces perniciosas. Los creyentes llenos del Espíritu manifestarán su gozo y su confianza en el Señor por medio de sus cánticos de alabanza; de ese modo, no solo adorarán a Dios sino que también se edificarán mutuamente.



Pablo está contemplando la alabanza desde dos perspectivas al mismo tiempo, vertical y horizontal. Debemos exaltar a Dios en nuestros cánticos, pero debemos también edificarnos unos a otros.



Y no solo en el culto público, sino cada vez que tengamos la oportunidad. Sea que nos reunamos en la iglesia para el culto de adoración en el día del Señor, o que lo hagamos en otros contextos, los creyentes llenos del Espíritu manifiestan a menudo el gozo de su salvación y su confianza en Dios por medio de una alabanza edificante.



A través de la historia de la redención el pueblo de Dios ha dado expresión a sus profundos sentimientos religiosos a través de sus cánticos (comp. Ex. 15:1; Jue. 5; 2Sam. 22:1).



El pueblo de Dios reaccionaba cantando. Así expresaban su gozo y su admiración por la persona y las obras de Dios. Por eso en los salmos, no solo encontramos una amplia variedad de himnos, expresando una gama muy variada de sentimientos, sino también una invitación constante a alabar a Dios a través del canto (Sal. 7:17; 9:1, 11; 13:5-6; 18:49; 21:13; 33:1-3).



Tenemos un Dios confiable y todopoderoso, por tanto debemos exaltarle y glorificarle respondiendo con fe a las diversas circunstancias de la vida. El cantar himnos de alabanza es parte de esa respuesta de fe (comp. Sal. 57:1-3, 6-10).



El creyente que está lleno de la Palabra, y por consiguiente lleno del Espíritu Santo que inspiró la Palabra, cantará. Los atributos de Dios estarán delante de sus ojos y todas las experiencias de la vida podrá ponerlas en perspectiva a la luz de la Palabra. Y todo eso provocará en él un canto de alabanza a Dios.



Por eso los cánticos en la Iglesia no pueden sustituir la predicación de la Palabra. Y sé que esto puede sonar paradójico en el contexto del tema que estamos tratando hoy, pero es un grave error que demos tal preponderancia a los cánticos que minimicemos la enseñanza de las Escrituras.



El creyente que mejor canta es el que está respondiendo a la enseñanza que ha recibido y atesorado en su corazón. Y los himnos que canta deben ser un vehículo de expresión de esa Palabra atesorada. Si hay algo que revelan claramente los salmos de la Biblia es que poseían sustancia, y una gran calidad poética.



Si queremos agradar a Dios con nuestros himnos debemos seguir ese patrón. Los himnos deben ser sólidos doctrinalmente, así como deben ser hermosos y bien logrados poéticamente. Comp. Col. 3:16. Por medio de estos himnos los creyentes se enseñan y se exhortan mutuamente en toda sabiduría. Ese es el aspecto horizontal de la alabanza.



Pablo no solo está presuponiendo que vamos a cantar en nuestras reuniones himnos con un sólido contenido escritural y doctrinal, sino que al cantarlos vamos a poner atención a la letra. Solo así podremos edificarnos mientras cantamos.



Pero ese no es el único aspecto de la alabanza que Pablo menciona en el texto; debemos compartir con otros creyentes a través de los cánticos, pero no debemos olvidar que es al Señor que cantamos (comp. Ef. 5:19). No nos cantamos a nosotros mismos, sino al Señor. Al hacerlo nos edificamos mutuamente, pero el foco de nuestra atención es El, no nosotros.



Venimos al culto a expresarle nuestro amor, nuestro asombro, nuestra gratitud, nuestro gozo. Y debemos hacerlo con todo el corazón, es decir, con todo nuestro ser. No es un mero ejercicio de labios, sino la expresión de un hombre que adora con toda su personalidad involucrada.



Nuestro intelecto está envuelto mientras meditamos en lo que estamos cantando; nuestra voluntad está envuelta al disponernos a cantar a toda capacidad; y nuestras emociones están envueltas como respuesta a las verdades que están siendo entonadas sobre la Persona de Dios, Sus obras, Sus promesas.



Nosotros no tenemos que recurrir a otras cosas fuera de nuestra fe para experimentar gozo y alegría. Suficiente tenemos con la Persona de Dios, con lo que nuestro Salvador Jesucristo ha hecho a nuestro favor, con la promesa de Su presencia en nuestras vidas hasta el fin del mundo. Dice el salmista en el Sal. 126:3: “Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros, estaremos alegres”.



¿Ha hechos Dios por ti grandes cosas? Si eres creyente, ¡por supuesto que sí! Infinitamente mayores que las que el salmista tenía en mente cuando escribió este salmo, porque él no tenía en sus manos toda la revelación de Dios. ¿No deberías expresar tu gozo y gratitud cantando?



Cuando no existían los reproductores de discos, ni de cassettes, la música cristiana que los creyentes oían era la que ellos mismos cantaban. Hoy cualquiera puede tener un aparato de música, incluso en el mismo carro, y eso puede ser una gran bendición si se usa bien (para otros puede ser su más grande maldición).



Pero el punto que quiero hacer aquí es que no debemos convertirnos en oidores pasivos, debemos cantar. Y no te preocupes si no cantas bien, porque Dios tiene otros criterios de juicio. Dios está escuchando tu corazón, y cada nota sincera que elevas en Su presencia resuena en sus oídos como el sonido de una orquesta bien acoplada, o como la voz del más potente tenor o de la más dulce soprano.



¿Cuál es el clima que permea nuestros hogares, nuestras reuniones con otros cristianos? ¿Estamos llenándonos de la Palabra de Dios, no solo a través de nuestra lectura diaria de la Biblia, sino también a través de los himnos que cantamos y en los cuales meditamos? ¿Estamos contribuyendo a que otros sean llenos de esa Palabra?



El cristiano lleno del Espíritu hace eso. Su vida no es un santo aburrimiento. Él disfruta de su Dios, se deleita en la vida abundante que Cristo compró para él en la cruz del calvario, y lo expresa, entre otras cosas, cantando (comp. Sal. 16:8-9, 11; Sal. 100).



Cuáles son los frutos que evidencian la llenura del Espíritu?

SOLO CRISTO ES EL CAMINO

Como decía en la entrada anterior, existe una diferencia abismal entre la persona llena de alcohol y el creyente lleno del Espíritu. La persona ebria pierde el control de sí misma, mientras que uno de los frutos del Espíritu es el dominio propio.




Dice Pablo en Gal. 5:22-23 que el fruto del Espíritu “es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”, es decir, dominio propio, auto control. Y en 2Tim. 1:7 Pablo dice una vez más que Dios no nos ha dado un “Espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.



Muchas personas al día de hoy entran en una especie de trance emocional y comienzan a comportarse como si estuvieran fuera de sí, y nos dicen que eso es una evidencia de que están llenos del Espíritu. Pero la llenura del Espíritu no se manifiesta de ese modo, sino más bien a través de un carácter piadoso y una vida fructífera.



Lo que hace el Espíritu Santo en nosotros es tomar nuestras facultades y ponerlas a funcionar adecuadamente. Como bien señala John Stott: “Si el alcohol excesivo deshumaniza, transformando a un ser humano en una bestia, la plenitud del Espíritu humaniza, porque nos hace como Cristo”.



Así como el alcohol es un sedante, el Espíritu opera en nosotros como un estimulante: estimula nuestra mente, nuestro corazón, nuestra voluntad. Ser llenos del Espíritu Santo es permitir que El nos estimule en el amor a Dios, en la obediencia, en la adoración, en el servicio. Por eso en la Biblia se conecta la plenitud del Espíritu con rasgos piadosos de carácter.



En Hch. 6:3, en el contexto de la elección de los primeros diáconos, se exhorta a la iglesia a buscar “siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. Y luego en el vers. 5 se menciona a Esteban de manera particular y se nos dice que era un “varón lleno de fe y del Espíritu Santo”.



Más adelante, en Hch. 13:52 se dice de los discípulos de Antioquía que estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo. Noten que el énfasis está en el carácter de la persona. Y lo mismo vemos en otros textos que, aunque no mencionan la llenura del Espíritu explícitamente, sí hacen referencia a una vida espiritual abundante que solo puede ser producida por la plenitud del Espíritu en nosotros.



Por ejemplo, en Rom. 14:17 Pablo nos dice que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Y luego en Rom. 15:13 añade: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”.



En 2Cor. 7:4 Pablo habla de ser lleno de consolación y de sobreabundar de gozo, aun medio de las tribulaciones. Y por los Colosenses pide en oración “que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”.



Ese es el efecto que produce en el cristiano la llenura del Espíritu: buen testimonio, sabiduría, fe, gozo, paz, esperanza, consuelo, conocimiento de Dios, fructificación. Es lo mismo que tenemos en nuestro texto. En Ef. 5:18 Pablo menciona la llenura del Espíritu en medio de una amplia sección que trata con el comportamiento del cristiano en el mundo.



Y ¿cuáles son los resultados que cosecharemos en nuestras vidas si somos llenos? Pablo menciona el gozo, la gratitud, una comunión edificante, sumisión mutua. Eso es lo que produce en el creyente la llenura del Espíritu.



Es imposible vivir la vida cristiana abundante que Cristo ofrece sin ser llenos del Espíritu. Esa llenura es imprescindible para el gozo cristiano, para la adoración espiritual, para el servicio fiel, para la obediencia constante.



No podremos andar como es digno de la vocación con que fuimos llamados, no podremos vivir a la altura de lo que somos como cristianos, ser imitadores de Dios, andar en amor, andar en luz, andar en sabiduría, si no somos llenos del Espíritu Santo.



Nuestro Señor Jesucristo dijo a Sus discípulos en el discurso del aposento alto: “Separados de mí, nada podéis hacer” (Jn. 15:5), y Él mora en nosotros por Su Espíritu. Fuera de Su influencia quedamos reducidos a menos que nada. Si hay algo que necesitamos con urgencia en nuestras vidas es ser llenos del Espíritu Santo.




EL NUEVO NACIMIENTO

SOLO CRISTO ES EL CAMINO

EL NUEVO NACIMIENTO…


¿QUÉ ES..?



De cierto, de cierto te digo,

que el que no naciere de nuevo,

no puede ver el reino de Dios.

(Juan 3:3)



Como primera medida, es interesante tener en cuenta que la palabra griega para “de nuevo”, se debería traducir literalmente como “de arriba..” El texto de Juan 3:3, quedaría así:



De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de arriba, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3)



¿Qué significa, entonces, nacer de arriba, o nacer de nuevo..?



Antes de contestar esto, remontémonos a algunos antecedentes.



Nicodemo, un principal entre los fariseos, se había acercado a Jesús y le dijo que reconocía que él venía de Dios porque hacía muchos prodigios. Jesús le contestó que, realmente, Nicodemo no podía entender cabalmente que el reino de Dios había llegado. Y no podía entenderlo porque no había nacido de “arriba”, no había sido iluminado desde el cielo para comprenderlo totalmente.



Como el resto de judíos, Nicodemo creía sinceramente que cuando llegara el Mesías y su reino fuera establecido, él estaría automáticamente dentro, sin hacer nada para ganarlo. Nicodemo creía que, por ser descendiente de Abraham, tenía derecho legal para formar parte del Reino prometido de Dios. Pero Jesucristo le dijo que eso no era así, que era necesario tener un nuevo nacimiento, un nacimiento “de arriba” para poder entrar al Reino esperado durante miles de años.



Jesús le estaba diciendo a Nicodemo que de nada valía su nacimiento como judío, descendiente de Abraham, para ser salvo. De nada serviría pertenecer a la comunidad religiosa del momento. Él al igual que el resto de la humanidad, había nacido en pecado y no alcanzarían por sí mismos la salvación:



Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (Romanos 5:12)



Nadie en el mundo ha nacido exento de pecado. Todos nacemos con la marca indeleble del pecado heredado de Adán.



Porque la paga del pecado es muerte, (Romanos 6:23)



El salario merecido por nacer con pecado, es la muerte.



Quien asegure que no tiene pecado es un mentiroso, y está llamando mentiroso a Dios, tal y como asegura la Biblia:



Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. (1 Juan 1:8,10)



Así que, habiendo nacido bajo pecado, merecemos la muerte y no hay posibilidad de salvación….. A menos que pudiéramos nacer de nuevo. Y la única manera de hacerlo es por medio de un poder sobrenatural, no para nacer de nuevo mediante la reencarnación, otra vez de un ser humano pecador, sino que este poder sobrenatural, ciertamente puede hacer que nazcamos de arriba.



Nacer de arriba… ¿Cómo…?

La frase, “nacer de nuevo”, como ya lo vimos, estaría correctamente traducida como “nacer de arriba” e indica la intervención directa y sobrenatural, como es la obra del Espíritu Santo.



Según las doctrinas básicas del cristianismo, registradas en Hebreos 6, después del arrepentimiento, el siguiente paso hacia la salvación es la fe; y ésta se logra únicamente mediante escuchar atentamente y obedecer la bendita Palabra de Dios. La fe no se obtiene escuchando a un pastor, ni escuchando una emisora “cristiana” ni viendo algún canal de televisión pretendidamente cristiano. La fe únicamente se consigue mediante el estudio personal de la Biblia, sin intermediarios de ninguna clase; sólo usted y las Escrituras. Nada más.



Mientras se está consolidando la fe –mediante nuestro estudio personal y sincero de la Biblia-, siempre orando a Dios para que nos guíe, algo dentro de nosotros se va gestando, algo va siendo implantado: La semilla de Dios:



Pedro describe a los cristianos como “siendo nacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre..” (1 Pedro 1:23)



Pedro nos está diciendo que los cristianos somos nacidos de simiente (semilla) incorruptible; y también nos dice que éste nacimiento lo produce las santas Escrituras, la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.



Como todos sabemos, es un principio de la naturaleza que el tipo de semilla sembrada determinará el tipo de vida que nacerá de ésta. Una semilla corruptible de frijol hará que nazca una planta corruptible de frijol. De igual manera, la semilla incorruptible y eterna de la Palabra de Dios, hará que produzca en nosotros vida divina, incorruptible y eterna.



Ese nuevo nacimiento, ese nacimiento “de arriba” es producido por la Palabra de Dios:



Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.. (Santiago 1:18)



Dios, por su propia iniciativa y deseo, hace posible que nosotros no llevemos la simiente corruptible de Adán y Eva sino que, por su acción sobrenatural, nazcamos de nuevo, “de arriba” por medio de su Palabra –la Biblia- para que seamos salvos. Sin ese nuevo nacimiento nunca podremos ser salvos. Sin estudiar y obedecer la Palabra de Dios, nunca podremos ser salvos.







Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (1 Juan 3:9)



Juan está relacionando directamente la vida victoriosa del cristiano que ha vencido al pecado, con la naturaleza incorruptible y sobrenatural de la semilla que produce esa vida dentro de él: es la mismísima semilla de Dios. Como la simiente es incorruptible, la vida que genera también lo es; así como la simiente es pura y santa, también lo es la nueva naturaleza del renacido, del nacido de arriba.



En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)



Cuando un creyente está permitiendo que la Palabra de Dios actúe dentro de él, en su interior surge una naturaleza completamente nueva: Pablo la llama el nuevo hombre, y la compara con la “vieja naturaleza”, la que tenía antes de escuchar la Palabra de Dios. Esa vieja naturaleza es corrupta, depravada y caída, y domina totalmente a aquella persona que NUNCA ha nacido de nuevo.



Muchos creyentes sinceros consideran que han nacido de nuevo cuando el pastor, u otra autoridad jerárquica eclesiástica los ha tocado. Esto es falso. El nacimiento “de arriba” no puede provenir por la acción de ninguna persona. Es una acción sobrenatural originada en el mismo Dios y transmitida directamente a quien lo busca. No hay intermediarios humanos en el proceso. El único que lo hace posible es Cristo.



La clase de vida que lleve cualquier cristiano nacido de nuevo, es el resultado de esa interacción o lucha entre los dos hombres o naturalezas: la vieja naturaleza del pecado y la nueva naturaleza incorruptible, “de arriba”. Mientras el viejo hombre sea mantenido en sujeción, y el nuevo hombre ejerza apropiado control sobre él, hay rectitud, hay victoria y paz. Por otro lado, cuando se permite al viejo hombre tomar el control, el resultado es el fracaso, la derrota, el pecado y el remordimiento.



El éxito o el fracaso en esta lucha, depende de cuánto estemos dispuestos a obedecer a Cristo. Las buenas noticias son que quien quiera conservar su nuevo nacimiento, tendrá toda la ayuda sobrenatural que requiera para salir victorioso. La posibilidad de éxito es real; las luchas eternas y tormentosas que experimentan millones de creyentes (que no han nacido de nuevo) serán cosa del pasado cuando experimenten REALMENTE, el Nuevo Nacimiento que solamente es posible cuando escuchamos la Palabra de Dios –la Biblia- y la obedecemos.



Una vez esa semilla ha sido implantada, y una vez hemos nacido de “arriba”, la labor continúa. Nuestro crecimiento hacia la perfección, hacia la total salvación sigue. No se trata de pensar: “Bueno… ya estudié algo de la Biblia y experimenté ese nuevo nacimiento… Ya hice todo.. Soy salvo..”



El escritor de Hebreos advierte contra el peligro de pensar así:



Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. (Hebreos 5:12-14)



Aunque es apenas natural que en los primeros días de nuestro acercamiento a Dios necesitemos de alguna guía humana, la Biblia nos dice que esa dependencia perpétua no es sana y que todos deberíamos ser maestros en la Palabra. Sin embargo, en todo el mundo vemos que millones y millones de creyentes siguen necesitando de guía humana; acuden donde los pastores y demás jerarcas pidiendo dirección para todos los actos de su vida. Además, los pastores –que no son nombrados por Dios sino que son “salteadores y ladrones”, como bien los describió Jesús, se llenan los bolsillos con la dependencia total de las personas hacia ellos. Y, cuando no es el dinero lo que los mueve a mantener bajo obediencia a las personas (ellos lo llaman “cobertura”), es el deseo de sentirse importantes… es el deseo de poder, es la codicia de ocupar un lugar que no les corresponde: el lugar de Cristo.



Solamente quien escuche a Cristo –no a los pastores y demás anticristos-, tendrán potestad de ser llamados hijos de Dios, serán nacidos de “arriba”.



A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engrendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:11-13)



Ningún ser humano tiene potestad ni voluntad para hacer que otro nazca de nuevo. Ni siquiera tiene voluntad para nacer él mismo de nuevo. El único que tiene esa voluntad y poder es Dios. Cuando los jerarcas religiosos dan “toques de nuevo nacimiento”, están burlándose de Dios y suplantándolo. Recibir a Cristo es nacer de nuevo, nacer de “arriba”. Y esto solamente se produce, como ya lo vimos mediante la acción sobrenatural del Espíritu Santo que actúa cuando la persona escucha la Palabra de Dios, la acepta y la obedece. No se puede nacer de nuevo mediante el toque de un pastor ni escuchando sus predicaciones. Se nace de nuevo escuchando atentamente la Palabra de Dios.



La clave está en recibir personalmente a Cristo. El ser engendrados por Dios significa que se ha “nacido de nuevo”. Sin esta experiencia definida, nadie puede esperar nunca entrar en el reino de Dios, porque dice:



De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3)



El reto de responder al evangelio, recibiendo personalmente a Cristo, es respaldado por una promesa de Jesús mismo:



He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. (Apocalipsis 3:20)



Siempre se requiere de una respuesta personal, basada en la fe. Y no se puede tener fe si no se ha estado estudiando la Palabra de Dios durante un tiempo –que puede ser de horas o días, pero no de meses, según nos muestra el ejemplo bíblico-.



“Nacer de arriba” no es caerse al piso y retorcerse y babear como endemoniado cuando un predicador sopla sobre nosotros o nos toca teatralmente con su índice. Tampoco es hacer una “oración de fe” porque las palabras contenidas en este tipo de oraciones no están basadas en una respuesta originada en la fe que se produce mediante entender y obedecer la Palabra de Dios.



Tampoco se puede salvar a otras personas. Cada uno recibe su propia salvación, que depende de la respuesta ante el evangelio. Cada uno debe realizar ese acto por sí mismo.



“Nacer de arriba” es un regalo de Dios

La muerte nos llega como salario merecido; la salvación nos llega como regalo inmerecido de Dios. La gracia comienza con una operación milagrosa del Espíritu Santo dentro del corazón de cada creyente.



El resultado de esta operación se llama NACER DE NUEVO, o NACER DEL ESPÍRITU. Y esta experiencia se describe proféticamente en el Antiguo Testamento cuando el Señor dice a los israelitas:



Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne. (Eze 36:26)



Al tener un corazón nuevo, cambiado y transformado por la acción sobrenatural del Espíritu Santo, mediante la exposición del creyente a la Palabra de Dios, se produce un cambio interior, un NUEVO NACIMIENTO, cuyos efectos son también descritos en Jeremías:



He aquí, vienen días -declara el Señor- en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, (Jer 31:31)



Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días -declara el Señor-. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. (Jer 31:33) (BLA)



Ese “nuevo pacto” prometido por el Señor, es ese pacto de la gracia mediante la fe en Jesucristo, que hoy llamamos el Nuevo Testamento.



Ese Nuevo Pacto –o Nuevo Testamento- eliminó totalmente el Viejo Pacto de la Ley con todas sus ordenanzas, sacrificios, sistemas de adoración y demás. Bajo ese Nuevo Pacto ya no tiene vigencia el diezmo, la clase sacerdotal especial, los pastores (gobernantes), los templos hechos de manos humanas, los sacrificios, los días sabáticos y demás. Todo eso quedó atrás y ahora, bajo el Nuevo Pacto, es Dios –en persona- quien conduce a cada creyente en particular y a su iglesia en general, hacia la verdad. Ya no se necesitan de pastores porque, además, ellos estaban desangrando a las ovejas del Señor, engordándose a costa de ellas y maltratándolas enseñoreándose sobre ellas sin haberse ganado ese derecho porque nunca habían muerto ni morirían por ellas.



Así, quien quiera estar guiado solamente por el Espíritu Santo, demostrará que ha nacido de nuevo:



Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (Romanos 8:14)



Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. (Gálatas 5:18)



Esto quiere decir que los verdaderos creyentes, los verdaderos hijos de Dios, son guiados por el Espíritu de Dios, no por líderes religiosos; eso es lo que los distingue como hijos de Dios. Y el hecho de que estén guiados por el Espíritu de Dios, significa que tales personas no están bajo la ley.



En otras palabras, la prueba de ser un verdadero hijo de Dios –uno que ha nacido de “arriba”- por la fe en Jesucristo, es que uno sea guiado por el Espíritu de Dios. Si uno es guiado por el Espíritu de Dios, entonces no está bajo la ley. Por lo tanto, es imposible ser un hijo de Dios y, al mismo tiempo, estar bajo la ley. En otras palabras, quienes están bajo ley, no son hijos de Dios. Quienes estén bajo sujeción espiritual de otros hombres, no son hijos de Dios, no han nacido de nuevo.



Y usted… ¿está dispuesto a nacer de “arriba”…?





Si la respuesta es afirmativa, tome su Biblia y empiece.